martes, 11 de marzo de 2014

Siempre azul

Esperaba en la puerta del banco que alguien pasase y le dijese algo. Todas las mañanas, como si fuera su único trabajo, se levantaba temprano, se vestía y echaba andar bajo la lluvia de marzo. Llegaba a aquella puerta sobre las 8, un poco antes de que abriesen la sucursal y allí se disponía a esperar. No sabía muy bien a qué, pero aguardaba algo importante porque algo en su interior le decía que sólo tenía que estar en aquel lugar. Miraba a unos y otros, y sabía que la buena fortuna estaba por llegar. Había perdido la cuenta de los días que llevaba esperando y a medida que avanzaba el día su ánimo decaía, pero seguía resistiendo. Quizá dentro de un rato o mañana, o tal vez pasado. Lo que está por venir está más próximo de lo que todos creen, se repetía como si fuese esa plegaria a la que te agarras cuando todo va mal y deseas -con todas tus fuerzas- que el sentido del viento cambie de dirección y lleguen, de una vez por todas, las corrientes a favor. Desde aquel extraño lugar divisaba el mar, azul, siempre azul. También los coches que no iban a ninguna parte y daba los buenos días a los que esperanzados entraban al banco, pero sobre todo a los desahuciados que salían de él. Algún niño le preguntó qué hacía allí, pero casi todos le habían dejado por imposible. Aún así, no se amilanó. Se iba a quedar allí porque algo bueno pasaría...

1 comentario:

Unknown dijo...

Buen blog, muy interesante me hubiera encantado ser trotamundos y conocer todos los lugares que pudiera o ser arquitecto y dedicarme al diseño de hoteles, y así poder viajar por el mundo.

Saludos.

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