sábado, 20 de diciembre de 2025

Expuesto al otro

Expuesto. Justo en ese lugar en el que el viento sopla desde todas las direcciones. La marquesina de poca lluvia me cobija. Y cuando el sol azuza no hay escapatoria. Así siento, totalmente desnudo, expuesto a las cosas de la vida cotidiana, como si alguien me hubiese puesto en situación de sufrir todo el daño y perjuicio. Sin defensa alguna. Desprotegido como un poste mal puesto, como un reloj apunto de agotarse o como el callao al final de todos los barrancos. Y esta exposición que en otro mercado me hubiera sido plenamente satisfactoria, hoy parece un dolor extremo. Mejor hubiera sido estar expuesto a conocer al otro, a disfrutar de las pitayas o descubriendo ese color tan extraño de los caquis de invierno. Esa vulnerabilidad deseada para que otro mundo entre en mí. Esa es la que anhelo. Y no esta otra que deja siempre un regusto en la boca de estar a los pies de los caballos… En mitad de una redacción donde todos piensan distinto. Comiendo con desconocidos y riéndoles chistes sin gracia. Sabiendo que el tiempo ya se ha agotado y que todo es cuestión de un golpe de mar. A merced del oleaje.
 
Lo que voy a mentir, de Xerach 

 

domingo, 26 de octubre de 2025

Tus ojos verdes

Ahí estabas, en una terraza con un maillot negro que no te había visto nunca. Se entreveía un culote dorado. Y tus ojos verdes. Tu sonrisa lo envuelve todo. Iba a hacerle un pantallazo a la foto, estuve a punto. La encontré porque esta mañana la colgó tu amigo en su instagram, el comerciante. Lo tiene abierto y gracias a él puedo saber de ti, sé que cada cierto tiempo vas de ruta. A veces los sábados, otras veces los domingos. Siempre temprano, al norte, tan lejos de mí. En la foto salía un tercero. También había un mapa con el recorrido. En estas fotos, las de tu amigo, siempre sales sonriendo, y un poco descolocado. Un poco incómodo, pero bien. Hallarte la primera vez no fue fácil, fueron horas y horas de pesquisas. Te encontré en facebook, pero tienes el perfil cerrado a cal y canto… De ahí a tus contactos, solo veinticuatro, y ¡voilá! probando, probando llegué al comerciante, que tiene el face abierto parcialmente, pero el insta totalmente tiene público… Siempre que me acuerdo visito su perfil y busco tus fotos, pocas, pero son lo único que tengo. La de veces que habré visto el video en el que hablas con una chica, que te entrevista y te confiesa que te sigue en redes… Estás tan guapo… Verte siempre me deja el corazón contento, tranquilo, aunque sepa que nada es real… Si supieras, quizá me moriría. Recuerdo el primer día que te vi, y las veces que nos hemos cruzado en la calle. Ojalá supieras que existo…
 
Que no pare el amor, de José Velez 

 

jueves, 25 de septiembre de 2025

Las cosas tras el escaparate

La lluvia ya no refresca mi habitación. Son las cuatro de la mañana y el aguacero lo alborota todo, pero la ventana abierta de par en par no deja que se me mojen los pies. Se me olvidó encender la vela que todo lo calma. El ruido que hacen las gotas al caer sobre los tejados de zinc me desvela una vez más. La almohada entre las rodillas me atraviesa y ya no me apetece mirar. No, no me apetece mirar lo que sucede fuera. Apenas se escuchan coches, tampoco los camiones de la basura que ya han debido terminar su recorrido. Pienso en tus ojos, en tu heterosexualidad mayúscula y en tu abdomen, tan distinto al mismo. También en todo lo distinto que nos separa. En esas líneas que zigzaguean para que nunca nos encontremos. Siempre te terminas yendo en tu bicicleta verde, te vas a ese lugar en el que ya sé que nunca me hallarás. Creo que ha dejado de llover, pero el calor abrasante que no me deja dormir continúa aquí, debajo de mi sábana y paseando por los techos que no alcanzo. Le doy la vuelta a la almohada, para que el cuello por fin pueda descansar. La segunda ventana del tercero del edificio que asoma por mi balcón se enciende. Nadie se asoma. La noche me parece tan solitaria… Me doy la vuelta, intuyo las puertas del armario y también los tenis repartidos por todo el suelo. El ventilador, lleno de polvo, continúa apagado. Igual de apagado que mis ganas de volver a sentir. Quizá algún abrazo, o que bailemos de una vez por todas y que todo lo demás desaparezca para siempre. Me aprietas fuerte contra ti y me da por anidar en tu pecho, ese pecho imaginario que respira profundo a cada pedaleo. Me susurras tu nombre al oído, pero ya me lo sé de memoria, lo supe desde la primera vez en aquella cafetería. Yo era el trapo con el que limpiabas el expositor impoluto que custodiaba las tartas de zanahoria y chocolate. Pero me hubiera gustado ser el niño que lo manoseaba, porque las cosas tras el escaparate nunca han sido para mí. Ni las ropas caras, ni las bicicletas y tampoco las tartas de zanahoria y chocolate. Tampoco tú.
 
El muchacho de los ojos tristas, de Niza y La Casa Azul 

domingo, 10 de agosto de 2025

Todos los sitios donde no debí estar

Las ocho de la mañana, veintiséis grados. Cierro la ventana, abro el balcón. La calima complica respirar. El cielo sin nubes dice pocas cosas. Dejo la mente en blanco y comienzo a hacer cosas: el té, la ropa del tendedero, una mochila negra, la botella de agua fría, bolsas de la basura… Y cuando me quiero dar cuenta estoy leyendo el País en una guagua que no sé a dónde me lleva. La música ha dejado de sonar y trato de recordar ese estribillo de Ladilla Rusa que siempre me dibuja sonrisas. ¿Cómo era? Apenas hay caras conocidas. No están, han dejado de estar. La niña con síndrome de down está dentro del agua, chapoteando, parece feliz, y unos evangelistas cantan canciones al final de la playa. No hay olas, se han ido de vacaciones. Y me cuesta respirar, y solo pienso en el regreso. En todos esos sitios en los que nunca debí estar. Y también en los que sí. Los días pasan y ya no me atraviesan. Me zambullo y debajo del agua sigo sin hallar calma. Cada día falta menos, cada día cumple más. Me seco un poco y echo a andar, lo hago mientras me derrito entre potros que ya no me convencen. Todo ha pasado, en casa todo es distinto. Puede que parezca un loco, esta vida sabe a poco… Miro la lista de nombres, una vez más, me detengo en cada uno. Ninguno quiso conmigo, cuando estás solo la calima complica respirar...
 
Este amor, de Elefantes