Me levanto devastado. Con un cielo gris y un poco triste. El agua del mar hoy es verde y el viento sopla a ciegas. Y aparece un número: 245. No son las grietas de mi piel, ni los jirones que he ido contando a cada dolor. Tampoco mis alegrías. Cifra maldita. Son los otros. Todos esos a los que mirabas cuando tomabas conmigo un café solo. O cuando paseábamos por la playa. Con los que te imaginabas de madrugada. También son todos con los que has compartido tus sábanas. Son los otros. Todos menos yo, porque yo nunca entré en tu lista de contactos. En esa agenda vieja y naranja que guardas en el cajón de tu mesilla tonta. Los elegidos. Los fui contando. Poco a poco, contando mientras me iba diluyendo en un vaso de agua sin agua. Y ahora sólo tengo un número, el 245, porque ya no me queda alma para soportar que la cifra aumente. Tonto, digo en voz baja y sigo mi camino entre un cielo gris y el mar verde. 245, repito y me da por tararear esa de 84 que dice algo así como que en el burdel de las Sirenas entra todo aquel que lo pueda pagar. Y hoy sé que ese local de alterne es como tu colchón, de ese del que me tiraste un domingo de febrero a las diez de la mañana cuando el sol comenzaba a calentar.
http://www.youtube.com/watch?v=Fw3FBLrnm9s
Pdt. Hoy es fácil. 84 con 'El burdel de las Sirenas' y una foto de Daniel Bhrül...
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