http://www.youtube.com/watch?v=3Mtv0t1ZohQ
Pdt. Seguiremos el aire... cuenta Calipop Burbuja
El cielo ha vuelto a ser libre hoy. Ni rastro de las nubes en Santa Cruz. La pena es que no pude estar tirado al sol ningún rato, pero el cielo era libre hoy. Lo fue al despertarme y asomarme, que no alongarme, por la ventana. También cuando iba rumbo al tranvía y cuando me subí en él. Iba repleto y me tocó estar junto a un chico alto y de ojos verdes. De gafas, vaqueros negros y alianza en el dedo anular de la mano izquierda. Respirando cerca de su nuca. El sol tostó bastante y me apeteció encontrarme con uno de esos free-hugs que van regalando abrazos de colores. No lo hice, aunque sí que me topé con muchos ojos divertidos. Hablé con ManoloNorte, MiliBienPuestos, MarcosElCatólico y un par de desconocidos. En las calles, más de lo mismo. Ojos bonitos por todas partes. Se nota que el cielo era libre hoy.
El despertador hoy ha sonado a las 08.00 horas. Preferí aguardar unos minutos más debajo de las mantas. No seguí durmiendo. Di vueltas y pensé en algunas tonterías. En deseos y sábanas. Más tarde, a los treinta minutos sonó la alarma. Se acabó el ronroneo. Una ducha, el espejo, limón y a la calle. Me tocó ir al médico. Hacía tiempo que no iba a ver uno. Reconozco que no me gusta que me quiten sangre. Tampoco tener que sacarme la camisa delante de una desconocida. Hacía frío. Mucho. Me sentí fuera de lugar a la intemperie encima de aquella camilla estrecha. “Estás bien”, zanjó el doctor tras mirarme unos segundos desde lejos, sin saber de las analíticas, ni nada. Después de tal revelación el día anduvo revuelto. No podía ser de otra forma. Hice algunas llamadas y también ojeé algunas cosillas. Hablé con AbsolutaMartínez. Cada vez que hago eso intento no pensar. Es como cuando sabes que no debes jugar cerca del bordillo, pero aun así, lo haces. Te tambaleas. Siempre me ocurre lo mismo al colgar el teléfono. Me dijo que estaba en una cafetería y temí que me contara los nombres de sus acompañantes. Hay saberes que todavía hoy me escuecen. Para relajarme escribí lo que me contó y también paseé por un par de hoteles de Estambul. Me tocaba a mí elegir alojamiento. Cada segundo que pasa es uno menos para estar lejos de aquí...
Este martes ha sido un gran día. Uno que no pasará inadvertido por las generaciones futuras. Hoy ha comenzado la operación ‘Estambul’. Una iniciativa para alejarme de Tenerife el próximo mes de febrero. Hace unos días lancé un mensaje en el que explicaba que necesitaba estar fuera de la isla en carnavales. La primera respuesta en firme llegó esta tarde. La primera opción es la capital de Turquía... La idea me seduce. Me apetece escuchar los sonidos de Estambul y sobre todo una de las cinco llamadas a la oración que me cuentan hacen las mezquitas cada día y envuelve la ciudad bajo un manto de magia especial. También me apetece saborear las especias y tragarme sus calles. En estos casos siempre es bueno tener un plan B, así que, por si las moscas, otras alternativas que tengo presentes son Oporto, Amsterdam, Athenas o Berlín... El tiempo dirá.
Hoy me han enseñado un nuevo mundo. Uno que no sabía que existía. El de alguien que no se rinde nunca y al que no le apetecen las ataduras. Ser preso de eso que para mí sería el paraíso, las llamadas de teléfono a todas horas, los mimos y las confidencias. Me dice que tiene un montón de cosas por hacer y que tener a su lado a alguien sólo le limitaría. La isla se le ha quedado pequeña tras lavarla con agua fría. Le miré extrañado. No me ha cambiado nada en todo este tiempo y eso está bien. Mucho. En cambio yo, no puedo decir lo mismo de mí. Cansado de estar cansado y sin que las calles de Santa Cruz apacigüen mis retortijones. Caminando a tontas y a locas. Buscando sin descanso. Dando pasos y sin mirar nada en concreto. Mi físico es el mismo, pero yo soy otro. Pero no uno distinto, sino el mismo con más cosas en los bolsillos, con la piel hecha jirones y con los ojos más miopes...
Cáscaras de naranja. Papeles arrugados. Rosas de papel. Libros que huelen a melocotón. Cosas. Simplemente eso. Cosas. Unas tiradas sobre un sofá color marfil y otras derrotadas encima de una cama desecha. Y también rumores. Murmullos de gente que te quiere. Miradas y dedos tranquilos. Una barba de tres días y una nuez divertida. Luego, un estornudo. Al final del día me topo con la locura. Cruzó esa complicada línea que marca el límite de lo sano y lo ido. Está un poco más allá. Unos ojos perdidos y no encontrados. Un cd que siempre toca la misma canción triste. Una camisa de fuerza. ¿Dónde están las mariposas? Y regresan los nudos en el estómago y una certeza: nada saldrá hasta que todas las piezas del puzle estén en su sitio y bien colocadas.
Si me queréis, irse... Así terminó el absoluto capítulo de hoy de ‘Aida’. No sabía muy bien cómo iban a resolver un entuerto tan complicado. Cómo iban a lograr hacer humor de algo tan serio –el maltrato machista-, pero, una vez más, los guionistas lo han resuelto. Hoy Carmen Machi ha dejado su serie y no se sabe muy bien qué pasará a partir de ahora. Eso a veces también pasa en la vida real. Ocurre algo y el resto de actores deben continuar. Me viene a la cabeza un ángel. Lo conocí en octubre de 2000 y era reponedor de una gran superficie, pero no fue hasta el año siguiente cuando conseguí acercarme a él. Aceptarme y aceptarlo. Se sentó a mi lado una tarde tonta y el mundo se me detuvo. Después, un agosto cualquiera, dejó de coger el teléfono. No volvió a llamarme y cuando se topaba conmigo me trataba como con hartazgo. Se fue, pero me dejó a sus amigos. A aquellos a los que me acerqué porque creía estaban próximos a él. Con el tiempo, aquel ángel de manos ajadas, voz tenue y ojos traviesos también se fue de sus vidas y yo me los quedé... No me arrepiento, pero sí que he de reconocer que me parece algo extraño. Lo de quedarme con amigos ajenos y como sin darme cuenta he vuelto a repetir la misma historia. Casi a pies juntillas. Las mismas lágrimas, los mismos aciertos y los mismos deseos rotos... Vuelvo a hoy y a la tele. Me toco la barriga y me seco los ojos. Después cambio de canal y pongo ‘Herederos’.
Al mediodía ha salido un poco el sol. Estos días ha hecho frío, tal vez demasiado. También ha caído alguna gota de agua. Pero este lunes, no. Caminando por la calle me ha venido una idea a la cabeza. La de que a veces piensas que algo es malo y luego resulta que no. Que en ocasiones crees que lo que te pasa te va a hacer terriblemente desgraciado, pero luego los rayos del sol te comienzan a acariciar la piel y todo es diferente, mejor. No hay mal que por bien no venga, aseguran algunos. En otras ocasiones esta máxima no se cumple. Miras a tu alrededor y te encuentras en mitad de una circunvalación extraña con alguien a quien han roto sus ilusiones. Que tal vez tendrá hasta que dejar su profesión, por la ineptitud de otros. No es justo. Y me rebelo. Por eso a veces sueño con el mar, ese que escuché ayer en mitad de Santa Cruz y que creía olvidado. Rompiéndose contra la arena. Sé que más pronto que tarde necesito volver al mar y ser libre...
Estos días he visto muchos resúmenes acerca de lo que pasó en 2008. Incluso yo intenté hacer uno de color azultokio. Pero si tengo que quedarme con alguno lo hago con el que vi en los informativos de La Sexta. Allí hacían un repaso de las frases que marcaron el año. Y cómo no, hago mía la de un pequeño de Carabanchel. “¡Viva el semen español!”, gritaba como un energúmeno. Me acordé de ella el otro día en un encuentro de militares. Cuando acabó el acto todos chillaron el típico viva España y lo sentí totalmente ajeno a mí. Debe ser que he asumido demasiado bien esa idea mía de ir de independiente. Dicen por ahí, que hago lo que hago sin un fin concreto. Que estoy disperso y paso por encima de las cosas. Que tampoco doy opciones a que lleguen a conocerme. No sé si tienen razón, pero prometo pensar en ello...
Hoy ha sido el día de unos tenis rosa. Los vi esta mañana. Los llevaba una chica que estaba sentada enfrente de mí en el tranvía. Tenía los pies cruzados. Parecían no ser nuevos, pero eso no importa porque la jornada fue larga y me calmaron en los momentos malos. Este viernes los ha habido y la imagen de los tenis rosa apareció una y otra vez, como si estuviese clavada en mi corazón. No sé la razón, pero me sanaron a ratos y supongo que eso está bien. A pesar de ello, me consta que no han sido suficientes. También me he comprado un jersey con líneas rojas. Al final, llovía en Santa Cruz y en la tele ponen ‘Te doy mis ojos’.
Ha vuelto. No sé muy bien cómo, pero es más débil que antes. Intranquilo ante lo que está por venir. Mi agenda se llena poco a poco y ando un poco perdido. De cafetería en cafetería. Mirando las esquinas y las cabezas que se alejan. Descripciones que no se ajustan a la realidad, a la mía. También leo mentiras y me agoto. Da igual lo que yo diga, lo que escriba, los de la isla de enfrente no se atienen a razones y me rindo. Pero no siempre. En otras cuestiones quiero arreglarlo todo y no sé qué clavija enchufar para que las luces del árbol de navidad vuelvan a funcionar. Las instrucciones me recomiendan un par de dosis de indiferencia, pero eso es como montar un mueble de Ikea o la granja de playmobil y que no te sobren piezas. De qué me vale estar tranquilo sí se que en la tierra roja las plantas ya no crecen.
Se acabó lo que se daba. En silencio. Reconozco que las de este año han sido unas navidades protagonizadas por mi indiferencia. Me he dedicado al reposo, con cierta pachorra y en paz. He sabido de la quietud y por momentos el sosiego ha sido lo mejor de un tiempo que ha transcurrido a la velocidad adecuada. Plácido, sereno, con parsimonia y, sobre todo, calmo. Pero también ha habido ruido, inquietudes y despistes. Terminé la noche en La Vega lagunera comiendo un bocadillo de lomo con todo a eso de las 7 de la mañana. Entre miradas y sin querer saber nada, una vez más, del ron con cola. Cuando desperté, este mediodía, busqué debajo de mi cama. Los Reyes Magos se habían olvidado de mí. Lo he intentado con todas mis fuerzas, pero supongo que no he sido bueno en este tiempo. Tal vez el año que viene... todo sea diferente.
Este domingo he descubierto ‘Al respirar’ de Vetusta Morla. Hay canciones que llegan en el instante justo. Otras no, a pesar de aparentar ser alegres son tristes. Mucho. Pero en esa lucha estamos, en la de conseguir que todos los días sean mejores, casi siempre después de una buena noche. Precisamente ayer La Laguna me devolvió un puñado de recuerdos y casi todos enormemente bonitos. El Haring, el Monkey o el Utopía... sitios que ya no pisaba y seguían igual que siempre. La palabra siempre me divierte mucho más que nunca. No termino de aceptar el significado de esta última. De la misma forma que tampoco me resigno a ciertos enfados. Sigo pensando que es injusto que pienses que he sido yo quién ha defraudado aquí, que no he estado a la altura. Rezo por una sesión aclaratoria, una más, aunque sepa con toda mi pena que no servirá de nada. Y al respirar caigo en la cuenta de que conservo cuestiones pendientes, pero conmigo. Solo conmigo. Cuando las resuelva, ya meditaré sobre lo que quiero. Tal vez un futuro como el de Treitrónica o el del señor Hernández con quién volví a hablar ayer, después de demasiado tiempo, y al que prometí que la próxima vez no habrá apodos. Hay regalos que no merezco y sólo me doy cuenta al respirar.
No cabe duda, este 2009 será distinto. El sol tímido asoma por las rendijas de mi balcón, el primer sonido del día fue el del móvil, que no tenía mensajes nuevos; y la tele cuenta que en septiembre murió la mirada azul del cine, Paul Newman. El estómago lo tengo tonto, las piernas rotas y los dedos torpes. Los sueños, a su aire, permanecen intactos.