La carta era breve. Apenas cinco líneas. La recibió pronto. Alguien, posiblemente un cartero desconocido, ha había dejado en su buzón con los primeros rayos de sol del día. Era de PJ y no decía gran cosa, como si nada hubiera pasado entre ellos, como si las noches juntos se hubieran desvanecido por arte de magia. Martín la dejó en una mesa y no volvió a releerla. Días más tarde le dejó otro mensaje en su correo electrónico. PJ obtuvo la misma respuesta, el silencio. No podía, le pedía la superficie. Sí, hacer como si todo fuera bien, como si la paella con guindillas no le hubiera entumecido la boca del picor o la guagua de las dos y media no llegase quince minutos tarde. No tenía fuerzas para tomar café como antes, escuchar las mismas historias o estar al albur de sus caprichos. Eso había pasado. Ahora el resquemor aún le agriaba cuando le veía presentando el informativo de las seis en el canal 12. Pero a pesar de todo PJ no desistió, cada cierto tiempo volvía a la carga. Eran misivas simples, vacías de contenido, de cara a la galería. Martín las ojeaba, pero haciendo un esfuerzo inmenso las dejaba pasar. Sin saberlo PJ obtuvo lo que quiso, que Martín se acostumbrase a esa forma extraña de comunicarse, de vivir, y hasta las deseó. Llegó un día en el que no pudo pasar sin bajar al buzón o mirar la bandeja de entrada de su email mil veces. Lo hacía casi sin respirar y cuando no había nada no podía evitar sentir cierta tristeza que le aguaba los ojos…
Pdt. 'Otra forma de sentir' de Pedro Guerra. Buen día.
2 comentarios:
A veces es sorprendente como obtenemos costumbres cotidianas, realizadas por nosotros día tras día, y solo nos damos cuenta que son costumbres cuando un día no la llevamos a cabo y sentimos esa "extrañeza".
Me gusta mucho esta entrada =)
muá
Tines razón Franicio, hacemos un montón de cosas de forma mecánica y casi sin darnos cuenta... jejeje Lo importante es sólo hacer aquellas que nos hagan felices ;)
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