viernes, 23 de noviembre de 2012
La venda de los ojos
Al amanecer, Maribel permanecía en silencio. Estaba sentada en su
sillón verde limón, frente a la ventana. Parecía que el sol ya había salido,
pero no estaba segura. Sentía su calor, en la palma de sus manos y en la poca
piel que le quedaba al aire. Poco a poco se fue zafando de aquella venda que le
tapaba los ojos. No sin miedo. Sabía que lo que podía venir después, tal vez no
le gustaba. Los dedos le temblaban, pero aún así fue soltando el lazo, pero
justo antes de terminar su empresa se detuvo y tuvo esperanza…
jueves, 22 de noviembre de 2012
A ciencia cierta
Caminando hacia casa, Maribel miró hacia el mar. Parecía despejado,
pero allí estaba el arco iris. Aparece siempre en los momentos más
insospechados. Debía de ser una lluvia muy fina aquella, que no se atrevía a
llegar a tierra. Aún le quedaba un buen trecho para llegar a su meta, pero se
entretuvo combatiendo, primero, el frío con su gastada chaqueta vaquera y,
luego, desprotegiéndose cuando al sol le dio por aparecer para quedarse
definitivamente. Se agarró a su pulsera, sabía que era el único amuleto que le
hacía avanzar sin miedos y apoyándose sólo en la buena fe. Si haces las cosas
con el corazón, saldrán bien. Ya en casa, cerró la puerta y se detuvo en la
persiana a medio bajar, en las cortinas de flores y en aquella mesa decorada
con dos rosas. Estaba en casa. Por fin estaba en casa, se dijo. Se había ido
con el alba y ahora podía descansar. Antes se hizo un jugo de naranja. Desde el
sofá, con los pies tendidos, dejando que los rayos del sol le acariciaran la
piel y sabiendo, a ciencia cierta, que hoy todo volvía a comenzar…
domingo, 11 de noviembre de 2012
Amor de tarde
Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalday me doblo los dedos y les saco mentiras.
Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.
Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme "¿Qué tal?" y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.
Mario Benedetti
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