Caminando hacia casa, Maribel miró hacia el mar. Parecía despejado,
pero allí estaba el arco iris. Aparece siempre en los momentos más
insospechados. Debía de ser una lluvia muy fina aquella, que no se atrevía a
llegar a tierra. Aún le quedaba un buen trecho para llegar a su meta, pero se
entretuvo combatiendo, primero, el frío con su gastada chaqueta vaquera y,
luego, desprotegiéndose cuando al sol le dio por aparecer para quedarse
definitivamente. Se agarró a su pulsera, sabía que era el único amuleto que le
hacía avanzar sin miedos y apoyándose sólo en la buena fe. Si haces las cosas
con el corazón, saldrán bien. Ya en casa, cerró la puerta y se detuvo en la
persiana a medio bajar, en las cortinas de flores y en aquella mesa decorada
con dos rosas. Estaba en casa. Por fin estaba en casa, se dijo. Se había ido
con el alba y ahora podía descansar. Antes se hizo un jugo de naranja. Desde el
sofá, con los pies tendidos, dejando que los rayos del sol le acariciaran la
piel y sabiendo, a ciencia cierta, que hoy todo volvía a comenzar…
2 comentarios:
lindo para quedarse un rato en el mullido sofá..
cuánta razón tienes...
Publicar un comentario