La fina lluvia caída durante
horas había empapado el valle de un modo tal que parecía imposible que alguna vez
se secase. Todas las superficies aparecían mojadas y brillantes, a la vez que
un sol incierto se filtraba a través de las nubes arrancando jirones vaporosos
de las copas de los árboles desnudos.
El guardián invisible, Dolores Redondo.
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