Qué difícil
es ser la otra, la que no tiene ningún derecho. Estar siempre esperando una
llamada, un ratito fugaz. Un instante. No poder estar en los malos momentos, no
poder llorarte o simplemente acompañarte en tu travesía por el desierto. Ni siquiera
en las salas de espera me dejaron estar. Viéndolo todo desde la distancia y sin
poder saber. Esto no es algo que se busca, aparece y ya. Quizá siempre cupo la
posibilidad de rebelarme, pero no supe, no quise. Se es y ya está, sin más. La otra,
qué mal suena en verdad. Fueron tan escasos los buenos ratos, que ya casi que no
existen. El silencio es ahora el que lo cubre todo. No poder decir, no poder
llorar, no poder gritar… Solo callar, callar y agachar la cabeza porque, aunque
nadie lo sepa, soy la otra.
Quedará en nuestra mente, de Amaia.
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