Es hora
de despertar. La noche ha sido demasiado larga, le dijo Maribel entre las
sábanas, pero ella ya no la escuchaba. Se levantó sin ganas, como si todo el
peso de la humanidad recayera sobre sus maltrechos hombros. Estaba harta de los
lugares comunes y también de tantos lunares que se le aparecían de repente por
todos los rincones de su piel. Si apenas cogía sol. Su piel ya no era la de
antes y, encima, las articulaciones no dejaban de dolerle. Sí, la noche había
sido demasiado larga, pero no tanto como sus días: vacíos de contenido e
iguales unos a otros. Ya no escuchaba la música, se dijo sin saber muy bien qué
debía hacer. Se duchó igual que cada mañana, se vistió el uniforme y desayunó
un plátano. No se salía ni un milímetro de la norma. Salió de casa cerrando la
puerta sin hacer ruido, bajó la escalera, dejó la basura en el contenedor y
caminó hacia el metro. Las mismas caras de todos los días. Faltaban cinco
minutos, decía el marcador electrónico. Aún no hacía frío y se apoyó en una pared.
Llegó a la oficina, saludó y se sentó delante del ordenador. Ocho horas
después, cuando ya no quedaba nadie, apagó las luces y desanduvo sus pasos.
Volvió a casa sin saber qué hacer. ¡Faltaba tanto para volver a dormir…!
Someone you love, de Lewis Capaldi.
Pd. Por si se me olvida, ésta es la entrada o post 1.498 de este blog. En nada llegamos a las 1.500.
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