Y ahí estaba yo, arrinconado contra una columna del Vox. Intenté zafarme de Galindo, pero me comió la boca de mala manera. Gajes del oficio. Tensé las manos para que no se acercara más y en un requiebro me salí de aquel metro cuadrado maldito. Llevaba semanas rondándome, pero no imaginé que fuera a llegar tan lejos. Bailaba, bailaba a mi alrededor, sin yo querer. Su única baza, a mi juicio, su amiga era una tía que me maravillaba. De las que tenía en el móvil la Campanera de Joselito. Siempre estaba riendo y yo aspiraba a que se colegueara con Carmela, para poder tener una cuchipanda de las que quedan los fines de semana para hacer cosas y emborracharse. Después conocimos al resto, ahí estaba el empresario, el catalán y Manu. El primero un seductor encantado de encantar, que vivía con un señor mayor en el Parque de la Reina, mi catalán, un señor de los pies a la cabeza; y Manu siempre alegre, despreocupado. Terminé irremediablemente encantado hasta que el catalán me comentó dos semanas después que él también lo estaba, al parecer todo era un artificio y también le leía todos los mensajes de su comunidad virtual. Se dedica a eso. Luego vino unos días Mikel el manchego, que me llevó a una casa para consumar y no le dejé. Faltaría más… Quise, pero solo porque sabía que se iba a ir, que no permanecería. Entré en aquel cuarto totalmente revuelto, con cosas tiradas por el suelo, oliendo a humedad y no pude. Una vez más, no pude. No sé ni cómo llegué allí, ni dónde estaba Carmela, ni como regresé a casa. Le dije que me iba y no le di opciones. Al los quince días volvimos a encontrarnos y Manu me comentó que los últimos días de la visita de Mikel, que ya estaba en Albacete habían sido un fiasco porque había pillado mononucleosis. Marcia, exagerada como era y que me calentaba la cabeza, me obligó a ir al médico. Te lo han dicho para que te revises, pero yo sabía que era imposible. En aquel cuarto no pasó nada, aunque eso tampoco se lo iba a confesar a ella… Y ahí estaba otra vez Galindo mirándome con ojitos de cordero degollado, bailando por Coti y Paulina, chillándome al oído que nada de esto fue un error...
Nada fue un error, Coti (2002)
Pd. 'Nada fue un error' se incluyó en el disco debut del argentino Coti en 2002. Aunque en un primer momento hubo una versión con Calamaro, el éxito a la canción le llegó en verano de la mano de Paulina Rubio.
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