El pasado, pasado está. Se ha convertido en polvo. No ha vuelto. Y tampoco se le espera. Un soplo de viento lo hizo desaparecer. Ni rastro dejó. Ya ni siquiera quedan fotos. De esas que, tristes, te dicen que aquello pasó y que no volverá. Ni siquiera me quedan fotos a las que agarrarme un domingo a las seis de la tarde cuando -aunque no quiera pensar- las oscuras golondrinas regresan a mi balcón para canturrear canciones tristes. Desde aquello han soplado aires nuevos. Timoratos, pero nuevos. Silenciosos. Algunos incluso cobardes. De esos que dan mordiscos y luego salen huyendo a Méjico. Creen, un poco tontos, que entre fajitas y burritos todo será distinto, mejor. Mi piel también está mejor, pero teme. Resabiada que está. Se esconde entre las cortinas y ha llegado a dejar sobre la mesita de noche tú último regalo. Algunos símbolos le pesan una jartá. Les doy yo también demasiada importancia. Las cosas materiales son sólo eso, pero a veces se tornan indispensables para respirar. Una nota pegada en la nevera, un anillo, un calcetín viejo… Y eso es lo que atemoriza a mi piel, que tus cosas, esas que desechas sin ton ni son, se me conviertan en obligatorias para soñar.
http://www.youtube.com/watch?v=LGPL1hRemrw
Pdt. Está bien que una tarde de estas suene Chloe y su 'Oh no, tú no'...
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