Ando a toda prisa. No llego a tiempo. El sol despunta al horizonte y los periódicos bajo mis brazos me pesan como una losa. Cada paso es más costoso que el anterior. Los mendigos continúan en los mismos bancos de todos los días. Los conductores, enfadados; y los pájaros olvidados de cantar. A mitad de camino recuerdo la letra de una canción. La veo dibujada en una pared extraña a mi paso y me aterra. Sigo en este bucle que me impide respirar. En el de la pena. Cada mañana sucede lo mismo. No distingo unos días de otros. Los versos me desangran poco a poco. El aire se desvanece y me cuesta respirar. No quiero recordar el pasado. Ni todo lo malo. Tampoco lo sueños de entonces: los caminos cortos y los largos, y que no decidiste tomar ninguno. Me tropiezo en una baldosa. Saludo al del kiosco que pasea agarradito de la mano junto a Jack, el conserje de la urbanización ‘Matías’. Y las estrofas siguen en mi cabeza, retumbando, doliéndome. Me siento en un deja vu constante. Permanente y perpetuo. Decorado de dulces tristes. Llego al despacho, suena el teléfono, enciendo el televisor, me pongo una copa, me cruzo de piernas y me olvido de que mis mañanas no son diferentes unas de otras. De que todo siempre es igual y no sé cómo arreglarlo para que cambie.
http://www.youtube.com/watch?v=En_Q1thknlo
Pdt. Una canción triste: 'Cada vez que estoy sin ti', de David de María y para acompañar el gran Roger de American dad
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