Y el estómago le se hizo inmenso. Pesado, pero absoluto. Como las malas noticias, que nunca terminan de irse. Estuvo unos segundos barruntando qué hacer con su vida ahora que sabía la verdad. Igual que hacen los despistados a los que la tonta cinta magnética de su tarjeta de crédito no les deja entrar en los cajeros más seguros. Miran a su alrededor como perdidos esperando a que una cándida alma les abra las puertas a los cielos. Así se mantuvo uno corto espacio de tiempo. En ese compás de espera se acordó de que no tiene la culpa de los que otros hagan o piensen. De que sientan pena por él. No es responsable de las caras tristes y optó por la vida. Por querer vivir. Por la alegría. Por intentar ser mejor cada día. No fue fácil, pero intentó respirar y a medida que lo hacía su estómago comenzó a menguar.
http://www.youtube.com/watch?v=5Eu5ULb6e8U
Pdt. La imagen me parece demoledora en el mejor de los sentidos y la canción también. Es de Víctor Naranjo y se llama 'Imperfecta mujer'.
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