viernes, 29 de marzo de 2013
En marcha
Una noche se dio
cuenta de que hacía ya demasiado tiempo de que las cosas no le terminaban de
salir bien. El color de las paredes se iba gastando, los grifos comenzaban a
gotear y había mañanas en las que no había nada en la nevera. No podía dormir. Se
encontraba en un callejón y sabía que no tenía salida. O eso le parecía en las
noches más oscuras. Pero en lo más profundo tenía la certeza de que saldría de
ésta. Sólo tenía que ponerse en marcha...
martes, 26 de marzo de 2013
El negocio eterno
Hubo un
tiempo en el que de los árboles brotaban montones de billetes verdes. Por entonces
todos parecían felices comprando cosas inservibles y gastando sin temor a la
nada. El negocio iba a ser eterno. Los había que lo dejaban todo, su vida, para
consagrarse al dinero. A penas sabían leer o escribir, pero sus cuentas
corrientes estaban llenas de ceros... No había preocupaciones, ni límites al
deseo de tener materia. Todo se resolvía tirando de chequera. ¿Cuánto
necesitas? Toma el doble. Hubo un tiempo en el que todos parecían felices, pero
esos días se han terminado y ahora no tenemos nada.
lunes, 11 de marzo de 2013
Ineludible
Amanece. La claridad
va haciéndose entre las nubes de la noche y no sé qué pasará este extraño lunes.
A ratos pienso en las alegrías y en lo que está por venir, pero en otros
instantes sólo me queda la pesadumbre, las cosas tristes, lo que fue... Y en
esas me debato, entre los que sólo viven recordando lo bonito que fue el pasado
y no me queda otra más que resistirme. Me apetece el presente, los buenos
momentos. Sé que están aquí y que no hay que irlos a buscar a Tombuctú. Ni a
ninguna otra parte. Clarea. Dicen que éste es tiempo revuelto y que hay que
esperar a que cada historia se asiente. A que las piezas terminen de encajar en
un puzle diferente. Algunas nubes se resisten a que el sol aparezca. Insisten en
querer quedarse. Nadie ha preparado el desayuno. No hay ni tostadas, ni jugo de
naranja, ni leche caliente. Sólo una nevera vacía. Da gracias a que tienes
nevera, me susurran al oído y me rebelo. Me cansan esos discursos, lo de
siempre. Déjame quieto, en paz, replico y se vuelve a hacer el silencio. Se escucha
a los primeros barrenderos del día que incansables limpian las calles con sus
hojas de palmera. Sin descanso. Procuran dejarlo todo sin mácula, pero quizá
sea que he perdido algunas de mis esperanzas, que me he resignado. Tal vez sea
eso. Algún tono rojizo enturbia el cielo gris plomo. Parece que el amanecer es un
compromiso ineludible. Está aquí, puntual a su cita con los vivos, pero qué
pasa con los muertos...
jueves, 7 de marzo de 2013
Amigos
Los
amigos son buenos hasta que se vuelven malos. Entonces hay que actuar rápido.
Pero existe un problema. Descubrir el momento exacto. Cuándo dejan de ser
amigos.
La Reina del Sur, Arturo Pérez Reverte
La Reina del Sur, Arturo Pérez Reverte
martes, 5 de marzo de 2013
En camilla
El temporal amaina
y es tiempo de hacer balance de los destrozos. Mi corazón devastado intenta
salvarse, pero está demasiado débil. Las próximas horas serán cruciales, dicen
los médicos que si rebaso la noche quizá pueda sobrevivir. No las tengo todas
conmigo. Me refugio en los buenos recuerdos, en tus ojos siempre alegres y en
tus dedos regordetes acariciándome el hombro izquierdo. Los elementos se han
confabulado contra mí. Te fuiste y comenzó a soplar el viento frío y la lluvia
arrastró lo poco bonito que quedaba. En algunos rincones nevó congelando las
alegrías. Me agarraba para que la pesadumbre no me llevase y casi lo consigo. Ahora
estoy en una camilla gélida y escucho a los pacientes de al lado riendo porque
se saben salvados, pero no les puedo acompañar en la buenaventura. Yo no. Sigo en
mitad de mi calvario: tu ausencia.
domingo, 3 de marzo de 2013
Tormenta
Se avecina
tormenta y no puedo evitarlo, tengo miedo. Quizá demasiado para los tiempos que
corren. Las nubes grises lo comienzan a cubrir todo. Llegan desde el oeste,
implacables, y dicen que quieren llegar a África. Corren, corren buscando no sé
qué y lo oscurecen todo. Compruebo que en la despensa hay velas, pilas para la
linterna y que todos los aparatos eléctricos están preparados y con la batería
cargada. Tengo miedo. Hacía meses que no sentía esta agonía en la boca del
estómago. Han pasado mil tormentas, pero siempre se repiten los mismos temores.
¿Quién sabe qué sucederá mañana? Ojalá todo fuera un invento y las ventanas no
se estremecieran a cada ráfaga. En mitad de un vendaval nunca se me dio bien
pensar. Se acerca, la tormenta está aquí y sólo me queda apretar los dientes y
esperar a que pronto escampe...
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