Me
enamoré sola, le espetó triste Emeth a Jotaele. “Sé que me enamoré sola y lo
acepto. Nunca fui para ti más que alguien en quien apoyarte; alguien que
siempre estaba ahí para curarte las heridas de la vida...”, terminó y él seguía
guardando silencio. No decía nada, sólo bajaba la mirada. No podía soportar
aquellas palabras porque sabía que eran tan ciertas como que el sol siempre se
pone por el oeste o que los días en mayo eran más largos. Emeth salió de
aquella habitación como si nunca hubiera estado enfadada, aliviada por fin. Se decía
que era cierto que ella había aceptado las reglas del juego, pero que todo
tenía un límite y el de ella había llegado. No hay nada eterno, nada es para
siempre, aunque su dolor, el que sentía porque sabía que su amor solo tenía que
morir, le parecía interminable.
3 comentarios:
El texto precioso pero la foto, ¡impresionante! Besos.
www.sobrevolandoloscuarenta.blogspot.com
No sé cuanto me gusta el blog. :) Es muy hermoso todo lo que usted escribe.
Muchas gracias por vuestras palabras. Nunca me canso de agradecer vuestras muestras de afecto. Bienvenido Andrés y sigue estando conmigo Lola. Un abrazo.
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