Recorrió cientos de
kilómetros en una travesía que se llevó casi todo lo que quería. Sus zapatos
estaban ya demasiado gastados y no sabía hasta dónde llegarían. Había partido
hacía más de una década buscando encontrarse y, al mismo tiempo, huyendo de sí
mismo. Había cosas en su mundo que le disgustaban sobremanera y por eso cada
noche se encomendaba a los espíritus para que todo lo malo se marchase. Recaló en
varios puertos Botafoc, Manchester, pero ninguno terminaba de satisfacerle. Debía
encontrar la vida. Su ímpetu le llevaba a saltar de todos los precipicios que
hallaba, unas veces con mayor acierto que otro. En su deambular por el mundo había
olvidado su nombre. En un andén de metro también se dejó la piel. Se estaba
dejando muchas cosas por el camino. Todo menos la ilusión en sus ojos. Sabía que
algún día conseguiría alcanzar la luz de la tranquilidad y apartaría para
siempre las malas aventuras. Quizá fue al oír una canción en el muelle de Los Cristianos o al desvestirse una
noche de febrero, no estaba seguro de cómo aquel grumete de pelo alborotado
había llegado a su vida. No hacía demasiado tiempo, tal vez un par de meses o
un año. Todo estaba en una nebulosa. Antes de dormir, cada noche, se quedaba
horas y horas observándolo, y no se había dado cuenta de que aquel era su
destino. Había andado cientos de kilómetros, estaba muy lejos de su hogar, en
una travesía que se había llevado casi todo lo que quería y no podía quedarse
sin él también. Ni podía, ni quería. Lo supo de pronto, la alegría le llegó
como un golpe de mar. En mitad de una noche tranquila oyó ruidos en la cubierta
de aquel maltrecho velero en el que viajaba. Se levantó sin hacer ruido y desde
detrás de una puerta observó durante un largo rato como aquel grumete le estaba
limpiando sus gastados zapatos con suma delicadeza. Ahí lo supo. En estos últimos
tiempos el viento había dejado de soplar en contra gracias a él, a aquel joven
desvencijado que le hacía más llevadero el sendero. En ese instante eterno lo
supo y su alma quedó tranquila y dejó de buscar.
'Contigo hasta el final', de El Sueño de Morfeo
5 comentarios:
Me ha encantado tu relato, a veces buscamos y no siempre encontramos
Saludos
Ya sabes que me encanta tu blog asi que, te he concedido un premio en el mío. Espero que te guste. Besos.
www.sobrevolandoloscuarenta.blogspot.com
So nice blogger
Muy bueno, hacía tiempo que no leía tu blog...Se extrañaban tus relatos!
Perdonad por tardar tanto tiempo en respondeos, pero a veces necesito pensar bien, antes de sumergirme... Tienes razón Mayte, lo peor es cuando no nos damos cuenta de que lo que buscamos lo tenemos a nuestro lado... Polaroids, yo también me extraño... A veces me gustaría escribir más, pero no siempre puedo... Muchas gracias por visitarme. Para lo último he dejado a Lola. No sé cómo pedirte perdón. Siempre tan atenta conmigo... Muchas gracias por acordarte de mí para tus premios. En estos momentos tan complicados para todos es importantísimo mirar a los lados y saber que hacer feliz a los demás no es una tarea complicada. Otra vez, muchas gracias por tu premio. Un abrazo enorme desde este rincón alejado del Atlántico... ;)
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