El tren de los vivos
Hache despertó en
mitad de la noche y se quedó fijado en el reloj. Todo iba demasiado deprisa. Su
corazón se desbocaba y parecía que la vida se le iba de las manos. Mientras todo
andaba, él se sentía quieto, como si no pudiese subirse al maldito tren de los
vivos. Miraba el techo y procuraba respirar pero el tic tac implacable no le
dejaba descansar. Así podía pasarse días y días, agobiado por el vértigo y sólo
tenía un refugio que le daba paz: las flores del verano.
2 comentarios:
tan bellas como efímeras las flores de verano
ojalá que la paz se transforme en algo más perdurable.
PD: que antojo balancearse en esa hamaca tomando un rico té de hojas de menta!
Me apunto al antojo jejeje Muchas gracias Romina ;)
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