Pasaba la cincuentena y había vivido feliz, creyéndose todopoderoso. A
los veinte había dejado su hogar para ir a buscar nuevos mundos y los halló. Estudió
como el que más y trabajó duro para lograr algunos inalcanzables. Por el camino
se fue encontrando a gentes que le hicieron deshacerse de su pasado. Unos por
otros y se creía invencible. Pero todas las historias tienen un final y cuando
los que estimaba suyos optaron por dejar de contarle confidencias al oído y
alejarse se quedó solo. Irremediablemente solo. Ahí supo que hay cosas que es
mejor no abandonar porque al fin y al cabo son las únicas nuestras. Debió regresar
al inicio con las orejas gachas. Temía las reacciones de los que había dejado,
pero a pesar de sus pesares encontró alegría. Ahora pasaba la cincuentena y no
tenía nada, se sabía frágil, pero se sabía feliz.
2 comentarios:
Buena forma de acabar el año, ¿no? :) Volviendo al inicio, da igual si es con las orejas gachas, lo único importante, es que se haga por y para ser feliz y estar a gusto.
Un aciertazo la canción, no paro de escucharla desde que salió. Saludos!
Muchas gracias, Patricia por estar aquí. Me encantan tus comentarios, Un abrazo ;)
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