Quizá
en estos tiempos tan extraños lo más difícil sea pedir perdón. Nos equivocamos
y el dolor ante lo hecho nos inmoviliza, nos atemoriza como un fiero león. Detenidos
en el aire, sin saber si es oportuno avanzar o no. La calle es muy fría, no
sabes cuánto. Igual que lo es el silencio. Mientras, todos creen que soy
valiente, pero ya estoy demasiado cansado. No sé qué me espera a la vuelta de
la próxima esquina y casi que ya ni me importa. A veces creo que si volviese
atrás, repetiría tropiezos; y eso me desazona más que nada. Las equivocaciones
me pesan demasiado, mi mochila se derrumba y ya no sé qué hacer.
Jueves, de La Oreja de Van Gogh.
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