Vaffanculo, de Marco Masini
domingo, 9 de octubre de 2016
Patente de corso
Alguien le dijo alguna vez que tenía gracia, que
sus ocurrencias eran muy divertidas, que el mundo se estaba perdiendo una perla
única del humor. Alguien se lo dijo una vez. Desde aquel instante dejó de
filtrar, todo lo que se le venía a la cabeza lo soltaba esperando que su
público le agradeciese su infinita bondad al compartir su ingenio. Con la
llegada del nuevo mundo, el de las redes sociales y el mundo 3.0 su frenética actividad
se acentúo, se multiplicó por tres, también su audiencia. Alguien le dijo una
vez que tenía gracia y él se lo creyó a pies juntillas. A partir de aquel
instante todos tuvieron que sufrir sus exabruptos, su poca gracia, sus faltas
de respeto, pero sobre todo, sus juicios tontos y faltos de juicio. Cuatro le
jaleaban, le reían las gracias, igual que hacían en el siglo pasado con los
monos en los zoos o con las mujeres barbudas en los circos. Habían creado un
monstruo, falto de sentimientos, incapaz de sentir empatía, voraz en su
desprecio por el otro y sin capacidad de autocrítica. No era consciente de que
esa gracia a la que aludían no era ironía o humor del bueno, solo bajezas
impropias de seres civilizados. Su ego se reafirmaba: Tengo millones de visitas
en youtube y amigos en facebook, como si eso fuera patente de corso.
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