Y allí
estaban los monstruos, al acecho. Esperando a la vuelta de cada esquina,
intentando sorprenderme, como si yo no supiera que nunca se han ido, que
siempre me han acompañado. Que nunca les he importado. Allí estaban, a cada
paso, sin atreverse a atacar. Y es que así es la felicidad, a veces se resiste.
Pero lo peor es cuando nos da miedo…
Way down we go, de Kaleo.
Pd. Es lo que tiene pasar unas noches sin dormir...
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