Madrugar
Silencio. Allí nadie se despertaba antes de las nueve
y media de la mañana. No lograba adaptarse a esos nuevos horarios, ella que
siempre había vivido en un hogar en el que se madrugaba. ¿Para qué?, le
insistían si no hay nada que hacer. ¿Tienes algún sitio al que ir? ¿Esperas a
alguien? No, no, no… Así era el vacío de sus días y, sin embargo, no podía
dejar de despertarse al alba…
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