El producto
estrella, sardinas en lata. Eso fue lo que dijo una chica muy simpática que no paraba de
hablar. Contaba cómo vivían en esos pueblos que poco a poco se han ido quedando
vacíos en el norte. Solo quedan las ancianas, algunas en perfectas condiciones de salud a
sus noventa y pico de años. Y recordé las historias que me contaban, aquellas
de la dura de postguerra, cuando nos moríamos de hambre. Quien tenía una lata
de sardinas y una papa guisada podía darse con un canto en los dientes porque
estaba totalmente salvado. Los meses se pasaban engordando a un cochino para
que después de la matanza hubiera comida para todo el invierno o, peor, para venderlo. Pero sí, aquí las
latas de sardinas fueron las estrellas en aquella época y también hace apenas
unos años cuando la crisis nos devolvió todo lo malo que habíamos vivido. Ojalá
hubiera habido latas suficientes y también papas para guisar con agua de mar, y
así nos ahorrábamos la sal.
Jardín, de Delaporte.
Pd. Junio ya está aquí y parece que fue ayer cuando caminábamos con bufanda...
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