Gotas constantes de odio
Aquello no era rencor, pero no podía olvidar todo lo
que le habían hecho. Había pasado página, pero había días en los que podía
recitar todos y cada uno de los insultos, de las afrentas y de los feos. No es que
hubiera sido un mártir, o por lo menos no lo creía, pero no se lo habían hecho
pasar nada bien. No había habido golpes, ni palizas, solo una gota sutil y constante
de odio que no le dejaba estar tranquilo ni un triste día. Cuando menos se lo
esperaba, ahí estada la ironía, la pequeña zancadilla, la risita burlona. Le dejaban
claro que era distinto, peor y que poco le hacían para lo que se merecía. Estaba
solo. Y ese murmullo siempre de fondo. Ese maldito murmullo…
Pd. Una de cal y otra de arena...
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