Y al día
siguiente llegó a la oficina y había revuelo. Tanto que quiso darse media
vuelta y regresar a la cama. San Martín estaba siendo coherente y al resto se
le había ido la olla. Le habían montado un motín porque querían prohibirle a la
doña de la limpieza que utilizara la máquina del café. Así eran ellos, amables
y serviciales, pero a la hora de la verdad no les temblaba el pulso para
rajarte el cuello. Eran gente guapa, divertidos, inteligentes y siempre a la
última. Con y de clase. Seguro que mañana, cuando la señora llegara a las seis
de la tarde, no sospecharía nada, comenzaría a hacer sus tareas y cuando
terminase su jornada le llegaría la llamada… Esa llamada en la que le decían:
hasta aquí, bonita; no vuelva más. Todos la rodearían, apoyándola, dándole sus
hombros, y ella desolada y sin trabajo se despediría de ellos pensando que eran
los seres de luz más increíbles con los que nunca se había topado…
Dance monkey, de Tones and I.
Pd. Aquí vamos, remontando octubre...
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