Reivindico mi derecho a estar triste. A que ustedes también puedan estar tristes. Y aparecerá alguien que tenga algo que decir, que nos diga que no, que tenemos que seguir adelante, que vuelve a salir el sol y que el viento volverá a soplar a favor. Pero da igual. Da igual lo que digan, ellos y ustedes. Quiero estar triste, solo eso. Triste.
No quiero mirar atrás, pero tampoco al frente. Si lo hiciera volverían a sangrar las heridas. Si hiciera cuentas de todo lo que he perdido en los últimos en estos casi tres años… Ay, si hiciera cuentas… Apenas me queda nada, un piso semivacío, revuelto y falto de una mano decente. Los cristales no dejan pasar la luz de los días. Las cañerías están a punto de reventar. Todas las noches la cocina se llena de cucarachas. Y en mi cuarto esperan un par de zapatos sin pareja.
Y no quiero sonreír. No quiero hacerlo, déjame no hacerlo.
Pienso en los martes de invierno, con ese sol que odio con todo mi ser. Si pudiera, me pondría en abril. Necesito que los días pasen, que lo hagan veloces. Todos se me han ido. Ya no están aquí, justo cuando me prometieron que la fiesta iba a empezar. Lo juraron y les creí. Y regresarán, algún día, con sus discursos. Los de que el sol volverá a soplar a favor y que el viento volverá a salir por poniente.
Pero ya no es suficiente. No lo es porque yo ya no quiero que lo sea. Ya no, nunca más. Y estoy tan cansado. Y necesito detenerme y que los días no tengan reloj. Que las alarmas se me mueran en el olvido.
Todo ha subido, las frutas están impracticables. Y también el pescado. Solo arroz y pollo. Las noticias han dejado de importarme. También las canciones y los libros con títulos bonitos. A veces me duele la muela izquierda y sé que no es una metáfora de nada, solo un dolor que nace de la raíz. Que lo atraviesa todo y que vive tranquilo sabiendo que no tiene solución.
Y el dolor se me cruza con la pobreza y con el cansancio. También con el hastío y las palabras vacías. Todos se juntan y aparecen las mentiras, el desamor y las ansias por que todo pase. Y solo soy tristeza…
La alfombra, de Baldosa
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