Los días se me acaban a las 17.46. Justo cuando se me van las fuerzas y esas pistolas que solo disparan recuerdos muertos se hacen fuertes. Ideas fugaces, directas e implacables. De un pasado trufado de sinsabores. Y de frente solo tengo un abismo, sin interés. Y los días se me atragantan a solas. Sin hoy, tampoco hay mañana. A veces miro por la ventana, veo como la gente ríe, como se apoyan en la farola de la esquina, como entran en la farmacia. Parecen tan felices, llenos de vida. Más tristes parecen las jardineras, siempre sedientas y sin nadie que les dé ni los buenos días. La televisión permanece apagada y el teléfono no suena. Las paredes se van apagando de a poco. La cocina llena de mugre y el salón revuelto. Las cosas ya no me importan…
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