miércoles, 13 de agosto de 2008

¿Tienes novia?

¿Tienes novia?, me preguntó la pizpireta reportera a través del teléfono y no supe qué responder. Supongo que debí decir que no. Esa es la verdad, pero las cosas a veces no son tan sencillas. Un simple no dejaría entrever que es eso a lo que aspiro y no es así. No, no tengo y posiblemente nunca la tendré... debí decir a lo que seguiría una confesión más: si algún día tengo algo, será novio en lugar de novia. Pero es que en ocasiones es una lata tener que estar explicándolo todo una y otra vez, sin descanso. Después vendría el tradicional silencio incómodo y las miradas de desaprobación o hasta de pena. Pero uno termina por acostumbrarse. Las ha habido, incluso, quienes se han propuesto ‘curarme’. En una ocasión, por ejemplo, tuve que enfadarme porque unas manos indiscretas y femeninas palpaban más allá de donde el decoro al que una doncella se debe permite. Y al final siempre se oye la misma cantaleta: Si no me importa, ‘tengo’ muchos amigos homosexuales... y a mí me viene a la cabeza la idea -que no expreso- de que en mi armario también ‘tengo’ alguna que otra camisa de botones. De materia hablamos pues, ya que de sentimientos poco. Parece que con esta aceptación por parte del adelantado interlocutor todo está salvado. Además, en un alarde de progresismo sin parangón se muestra abiertamente partidario del matrimonio entre personas del mismo sexo y yo no oso añadir nada sobre la adopción para que esta frágil y falsa entente cordiale no se eche a perder. Pero aunque no diga nada esas verdades –la de los derechos y la de las condenas públicas- laten fuerte y cristalizan en la doble moral de una sociedad que aún condena a lo diferente. Desaprueban besos en público o que dos personas se cojan de la mano. Simplemente son culpables de sentir, creen. No lo dicen, pero sus ojos no mienten. Ni los chistecitos, ni los comentarios destructivos... Ni tampoco lo hacen los golpes ni los insultos de los chicos ‘normales’ en el instituto al maricón o la bollo de turno. Aunque estos últimos actos no sean catalogados oficialmente como homofóbicos, ya que lo de la transfobia ni saben lo que es, sino como típicos chascarrillos de juventud... Y desde mi posición hay cosas que simplemente no entiendo. ¿Por qué cuando tenía diez años y un día iba caminando tranquilo por una calle cualquiera un chico se puso a mi lado y me llamó mariquita? ¿Qué diablos le había hecho yo? Si yo ni siquiera sabía lo que era eso. Todavía recuerdo sus ojos colmados de un odio visceral. Pero, afortunadamente, las cosas han cambiado un poco y lo seguirán haciendo. No me cabe la menor duda y algún día, más pronto que tarde, alguien a mí también me dirá eso de que lo que dios ha unido, que no lo separe el hombre.

Pdt. La lluvia ha aparecido esta mañana de agosto en Santa Cruz, debe ser por eso que hoy me he levantado con ganas de contar cosas trascendentales... y sin foto.

http://es.youtube.com/watch?v=DmYfUt3iFbk&feature=related

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