En un segundo todo puede cambiar. Estás seguro de algo y al instante cambias de idea. Lo bueno ya no lo es. Ni lo malo, tampoco. Sonríes y bailas rodeado de gente y en un segundo todo eso desaparece porque te topas con unos ojos tristes. Que te miran como quien contempla a un moribundo. Luchas contra esa sensación, pero te das por vencido. Tu respiración cansina a punto de expirar. A partir de ese momento ya nada es lo que parece. Tus manos empalidecen y comienzan a temblar. Se aferran a un vaso para que no se note su debilidad. Respiras atropelladamente y te sientes flaquear. Nada de lo anterior te vale, por muy injusto que sea eso. Sólo unos ojos espichados en tu alma. Para evadirte te viene a la mente uno de los pocos lugares donde encuentras paz. Junto al mar, al sol y a las rocas. Donde las olas se rompen lejos del miedo a lo que está por venir. Ese sitio se impone despacio, aunque ahora esté demasiado lejos.
http://www.youtube.com/watch?v=Ktsm_VYW0W8
Pdt. La cuaresma va ganando la partida poco a poco... Por eso hoy toca ¡Cuánta vida! de Pastora.
4 comentarios:
¡Qué pena tanta lejanía y tanta disidencia!
... A veces para poder regresar, primero hay que alejarse.
cómo se hace necesario el sol en estos días; lo he buscado incansablemente, mi piel me lo pide, también mi mente... pero se resiste a aparecer!
para eso los cristianos es mi sitio favorito... el sol siempre aparece... todo es distinto allí. está sólo a una hora y parece otro planeta. me encanta. un abrazo
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