miércoles, 17 de marzo de 2010

Nuestras pequeñas miserias

Subes a la tarima. Desde allí comienzas tu alocución enérgico, pero pausado. Todos te escuchan atentamente. Cada palabra, cada gesto, cada mirada. Nadie pierde ripio. Y mientras hablas sólo pienso en una canción infantil. No recuerdo bien la letra, pero tengo clavada la sintonía. Intento tararearla, pero soy incapaz. Me miro los dedos y no entiendo muy bien por qué no casa lo que dices ahora con lo que hacías. Me acuerdo de nuestras pequeñas miserias. De los días normales, de las llamadas de teléfono, de los almuerzos y de cómo siempre tenías razón. O eso creías. También apareces vestido de beige en mi portal y me llevas con los tuyos a exhibirme un rato los jueves por la tarde. Alguien que pasa a mi lado me saluda tocándome el hombro y vuelvo a tu discurso. Dos filas delante de mí están las enfermeras y detrás el hijo del tendero de la esquina. Hablas y hablas y sientas cátedra. Y sé que la vida sigue. Al final todos aplauden, pero yo sé que eres un embustero. A la salida cojo un folleto y leo unas líneas. Se refieren a la elegancia de los erizos. Dicen que por fuera están cubiertos de púas, pero por dentro son refinados, falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes. Levanto mis ojos y me veo de frente reflejado en un espejo roto que hay junto a la puerta de salida.

http://www.youtube.com/watch?v=g4Kp0slNjHs

Pdt. Esta noche una gran canción de amor, 'No puedo vivir sin ti' de Los Ronaldos.

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