Las gotas de lluvia se quedan clavadas en la punta de mi nariz. Ando rápido, intentando cobijarme debajo de los escasos balcones que me tropiezo a mi paso. La niebla no se va. En las esquinas el viento polar me hiela la sangre, pero sigo caminando a toda prisa. En un suspiro llego a la esquina de mi calle, pero la tormenta aprieta. Mis botas nadan entre los charcos y el agua se me ha subido poco a poco trepando por los pantalones y me congela las rodillas. Empapado hasta las trancas me lanzo sobre mis llaves escondidas en uno de los bolsillos de mi chaqueta. Por fin llego a mi refugio. Me escurro y me caliento un poco de leche. Miro triste las botellas de agua vacías apiladas tras la cortina. No puedo abrir las ventanas y sólo me queda esconderme debajo de las mantas. Inmensamente solo... Huyo encendiendo mi pequeña tele en blanco y negro. No se ve muy bien, pero se oye. Me transporta a La Habana. A una cafetería donde siempre sopla el viento, pero sirven café caliente. Las sillas son de madera y a veces el camarero nos invita a un vino con sabor a cerezas, que no me gusta pero bebo sin decir nada. Hablo de mis miedos, de mis anhelos, de las galletas de chocolate y sobre todo escucho las cosas que pasan en la vida. Añoro aquella época en las que siempre iba montado en un coche rojo y creía que la vida no podía ser mejor.
http://www.youtube.com/watch?v=o3F48HhgzWs
Pdt. Recuerdo a Guaraná y su versión del 'Échame a mí la culpa'...
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