Andrés bajó las escaleras con cuidado y sin ver lo que tenía delante, totalmente deslumbrado por el contraste entre el sol de fuera y la oscuridad dentro. Cuando sus ojos se acostumbraron a la penumbra del local lo primero que atisbó fueron aquellos otros ojos azules. Sus inmensos ojos azules. No vio nada más. Se quedó prendado, persiguiendo su andar de un lado al otro. No atinó a nada más. A veces le pasaba eso, no siempre, pero sí alguna vez. Llevaba una bandeja con unos vasos en su mano izquierda y sonreía. Cuando la estrella fugaz se escondió en la cocina del pequeño restaurante italiano, Andrés optó por sentarse en un rincón. Buscó la carta y cuando se la encontró desechó leerla porque sabía que al final lo que se iba a tomar eran unos profiteroles de fresas. Al rato llegó Totonno, el dueño. Le saludó amablemente, tomó nota y regresó con una gran botella de champán. Después -con un cuarto de hora de retraso- aterrizó Margarita y se sentó a su lado. Comenzaron a hablar de lo complicado que es levantarse los domingos temprano para llevar a los niños al partido de fútbol y de que a Ricardito le han vuelto a quedar las matemáticas... Ella tenía pensado comprar un perro. Mientras él no pensaba nada, pero de vez en cuando vigilaba la puerta de la cocina. Allí estaba él. Y a la hora del café, cuando casi que ya había perdido todas sus esperanzas, volvió a salir. Era un italiano con rizos negro azabache y no muy alto. De espaldas inmensas y tez blanca. Avanzaba despacio y se fue hasta la calle registradora. Habló con uno de los encargados y luego oteó el horizonte. Recorrió todas las mesas con su vista intrépida y al llegar a la número 3, en aquella dónde pernoctaba una rubia despampanante y sin ver a Andrés, que ocupaba la dos, se detuvo en seco. Tomó una rosa de un florero maltrecho que pasaba las horas sobre la barra y Giacomo se fue como una flecha hasta ella. El cortejo duró unos minutos y después pusieron rumbo norte para salir disparados hacia lares más amables. Andrés volvió entonces a la conversación con Margarita. Adiós ojos, adiós sonrisa bonita, adiós..., pensó mientras un poco apesadumbrado por los acontecimientos pidió la cuenta...
http://www.youtube.com/watch?v=tSZAZvMny0o&feature=related
Pdt. Suena Jeremías y su 'Uno y uno, igual a tres'.
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