Tomaba pasta con tomate y un poco de orégano. La había recalentado en el microondas, pero no sabía igual que la recién hecha. La movía con un tenedor de cuatro puntas de un lado a otro dentro de su pequeño plato hondo. La mareaba sin gracia y mientras miraba cómo el segundero avanzaba sin compasión. No podía tragar nada, había algo que le aprisionaba el estómago. Que no le dejaba respirar tranquilo. Su secreto. Ese que había hecho que las cosas fuesen como son y que no podía desvelar. No podía contarlo, tenía miedo. ¿Qué pasaría si lograse zafarse?, se preguntaba cuando echaba a andar los domingos al amanecer y soñaba con no estar más días solo. Pero no hallaba ninguna respuesta, sólo atinaba a mantener sus puertas bien tapiadas para que los príncipes azules pasasen de largo. Así es mejor, se repetía intentando convencerse como quien reza un avemaría soñando con que sus plegarias sean atendidas más pronto que tarde. Pero a pesar de los cerrojos alguna noche se tropezaba con algún ojo mágico y no podía evitar la tentación de mirar y quedar atrapado por lo que acontecía allende sus fronteras, la vida. Un día bailando en medio de una tormenta soñó con abrazar a Tim, con que las cosas fuesen sencillas, su secreto desapareciese y que lo del ‘todo vale hasta que caduca’ sólo fuese una ley muerta. Se merecía una oportunidad, repetía en voz baja… Y el reloj marcó las tres, el secreto siguió enredándole las horas y optó por guardar la pasta en la nevera hasta más ver.
Pdt. 'Ojalá pudiera borrarte', canta Maná.
2 comentarios:
Ains, me encantan las últimas frases, despiertan en mi una extraña sensación de satisfacción =)
Todavía sigo pasando por aquí, aunque no todos los días tenga tiempo de comentar.
muá
jo, muxas gracias... yo tb t visito, pero últimamente tampoco tengo mucho tiempo... Espero que estés muy bien. Bss.
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