La primera vez que le vio, Saxo estaba sentado en un banco. En una plaza. En uno de esos que algún día fueron blancos, pero las manchas del tiempo lo habían dejado irreconocible. El sol estaba a punto de salir y el aire olía a la flor de los hibiscos. Nunca olvidará ese olor. La cafetería de enfrente estaba llena. En ella se juntaban los recién levantados que iban de domingo a pasear el perro con los trasnochados que no querían aún acabar el día. Las nubes amenazaban lluvia, pero había un poco de bochorno. No dijo gran cosa y a veces, con el paso de los segundos, agachaba la cabeza y la escondía entre las rodillas. Después le dejó en casa, sano y salvo. A los pocos días se volvieron a encontrar, pero ya Saxo no le recordaba o eso le hizo creer. Intentó saludarlo, pero no le respondió. Silencio y Bajo quedó detenido en el aire. Han dejado de oírse las trompetas, pensó algo triste. A partir de ese día volvió a encontrárselo muchas veces, pero nunca se atrevieron a cruzar una sola palabra. Bajo le miraba a escondidas y los miércoles por la noche lograba soñar con sus ojos, que se le habían quedado clavados en la memoria. Ahora estaban los dos en aquel local que más que local parecía una caja de zapatos, muertos de calor. Apoyados en la pared miraban al techo, buscando fresco que respirar. Sin querer, Bajo se quedó a su lado imaginando que mantenían una conversación. Al rato alguien abrió la puerta y les tocó irse. Cada uno por su lado, pero sus ojos sabían que tarde o temprano volverían a encontrarse…
Pdt. Llega La sonrisa de Julia con 'El hombre que olvidó su nombre'. Gracias...
No hay comentarios:
Publicar un comentario