Comenzó a responder despacio, con calma, y tuvo la sensación de que no era él quien hablaba. Amable comenzó a explicar por qué la Luna parecía triste a este lado del Atlántico y también por qué su cama ahora estaba vacía. Su alocución duró unos segundos, los justos para dejar satisfecho al inquisidor, que le permitió ir en paz. Después del silencio regresó a casa sin mirar los detalles del camino. Cuando quiso darse cuenta ya estaba en la ducha, apenado de regresar a la guerra. El agua fría le calmaba las heridas y deseó marcharse una vez más. Huir. A Amable no le gustaba mentir, pero a veces querer esquivar algunas preguntas le obligaba a esconderse en recovecos imposibles de transitar con la verdad. No podía desvelar su secreto. No lo podía hacer, aún no. Quizá nunca podría. Se inventó un pasado, un novio que partió un buen día a la China, una familia feliz que desayunaba junta los domingos por la mañana mientras leía ‘El País’ y un acento extraño. Construyó un edificio con enredos. Algunas noches se despertaba y le costaba respirar. Una nebulosa de testimonios falsos no le dejaba. Y al final siempre se topaba con su secreto. Se dijo que la de hoy sería la última vez, que no volvería a mentir. Amable salió de la ducha y mientras se secaba con la única toalla seca del planeta se tropezó con un desconocido que le miraba atento. Extrañado se frotó los ojos y los abrió cuanto pudo. Amable se detuvo un instante, pero no se reconoció ante el espejo…
http://www.youtube.com/watch?v=vxqq9clDl88
Pdt. Suena Luis Miguel y su 'Culpable o no'.
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