Se levantó al amanecer. Era invierno y el frío de la mañana se colaba
por las comisuras de la ventana. El cristal empañado por el vaho continuaba
lleno de polvo. Tim salió a la calle y no había ni rastro de los coches,
tampoco había nada abierto, la ciudad estaba desierta igual que un día de
fiesta. Al sol le costó salir y cuando lo hizo, tímido, volvió a esconderse
tras las nubes. Todo estaba vacío. Quiso volver, pero ya era demasiado tarde. Se
suponía que había recorrido más de la mitad del sendero y no merecía la pena
regresar. Aquella mañana había decidido emprender una aventura, la de la vida,
y sólo le restaba seguir avanzando…
2 comentarios:
Adelante!
Eso, ¡siempre adelante!
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