Los días
que se van nunca vuelven y las oportunidades que se desperdician tampoco regresan.
Cada día sale el sol, una veces por el oeste otras por el norte nunca, pero casi
nunca por el sur. A los del sur no nos quieren, se repetía Hache cada vez que
se despertaba en mitad de la noche. Desde hacía unos días para acá no podía
conciliar bien el sueño y sus noches se hacían eternas. Daba vueltas y vueltas
intentando colocar las piezas del rompecabezas. En su tarea estaba solo y a
oscuras. Las velas habían dejado de calentar y no sabía cuando podría volver la
luz. Todo estaba meridianamente claro: los buenos tiempos habían cesado y ahora
tocaba travesía por el desierto. Lo bueno de vivir ochenta años es que unas
veces estás en lo más alto y otras en lo más bajo, pero siempre puedes volver a
ascender. Hache había crecido pensando en que algunos réditos no estaban a su
alcance, que nunca amaría como lo hace la gente de bien o que jamás le tocaría
alcanzar la cima. Eso había creído. Ahora tenía que empezar a desandar lo
andado...
2 comentarios:
como canta Andrés Calamaro
"va a decidir que hacer
cuando despierte del todo
y borrar con la mano lo que
ayer escribió con el codo"
Jejeje muy bueno, Romina, muy bueno... ;)
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