Despertó en mitad de la noche
con una extraña sensación en los labios y, también, en el pecho. Creyó que
había muerto, que ya no estaba. Escuchó cómo sonaba el timbre que le iba
anunciar que todo era cierto, que un desgraciado instante se lo había llevado. Procuró
respirar despacio, quitarse la negrura de la mente, pero no era empeño sencillo.
Miró al techo, a la ventana, buscando un poco de claridad… Después, a los
segundos, sintió como crujía la cama. No era un espejismo, a lo lejos se oía aquella
respiración que siempre le devolvía a la vida. Dormía y ahora ella podría descansar
tranquila, sabiendo que todo había sido una falsa alarma.
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