Vicenta Matilde siempre
se creyó especial. Se sabía por encima de las cosas y, alejada del mundanal
ruido, minusvaloraba a la gente corriente. Nunca le extrañó que todos sus
maestros supiesen su nombre antes de conocerla o que los niños en el colegio le
hicieran la corte. En la Universidad tampoco había pasado desapercibida. Y no,
no era por el linaje de sus apellidos, era ella la especial. Ella tenía algo
que hacía que todos se quedasen en un segundo plano. Entre miles de
pretendientes pudo elegir y es que siempre se decía que muchos eran los
llamados, pero le tocaba a ella escoger. Vicenta Matilde vivió la mayor parte
de su vida en una ciudad pequeña. Era normal que le cediesen el paso en las
aceras o que los vehículos siempre se detuvieran nada más verla. No había acto
social en el que no hubiese estado presente. Podía decirse que nada pasaba en
la Villa, si ella no estaba para dar fe. Había vivido con la certeza de ser trascendental
y esa certeza la llevaba a ser comprensiva y compasiva con aquellos seres que
la asediaban a todas horas, que la admiraban hasta la extenuación o que la
miraban de lejos con sanísima envidia. Para todos tenía palabras de consuelo. Debía
ser terrible permanecer en la mediocridad de los días, se decía. Pero sus intranquilidades
no iban demasiado lejos, porque sabía que, al fin y al cabo, la historia
siempre se olvida de los otros y nunca de los que eran como ella.
'The a team', de Ed Sheeran
2 comentarios:
:0
;)
Publicar un comentario