Se levantó con mal pie, pero lo hizo. A su alrededor había tantas
razones para desfallecer, para quedarse sentado en aquel sofá de escay para
siempre, que prefirió cerrar los ojos y seguir hacia adelante. Lo contrario
hubiera sido una muerte segura. Necesitaba sentir las olas rompiendo a sus pies
y zamparse una caja de galletas de chocolate. También que el sol no le
deslumbrase, más bien que sólo le acariciase, como hacen las madres en las
tardes de verano. Se lanzó a las calles, anduvo por las aceras y no se detuvo. Era
lo que la música que sonaba le dictaba, esa música que sólo aparece en los
mejores momentos y te abraza para llevarte a mejores momentos. Le hacía olvidar
cosas como que se había levantado con mal pie o que la nevera pronto se vaciaría... Y rezó
para que ell nunca dejase de acompañarle.
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