Y de repente, como sin esperarlo, alguien tocó la tecla adecuada y la
maquinaria comenzó a andar. El sol se tornó en un ser amistoso y las nubes, más
claras que de costumbre, comenzaron a bailar. Cada paso era una melodía
diferente y la gente comenzó a sonreír sin razón aparente. Algo estaba pasando.
En la tele ponían -otra vez- ese programa repetido en el que entrevistaban al
último soñador que quedaba en la ciudad y no cambió de canal. Charles lo había
visto mil veces, pero sólo hoy había escuchado lo que decía aquel valiente. Tantas
veces va el cántaro a la fuente, que se rompe. Y con lo añicos comenzó a
hacerse un traje nuevo de colores. Era el momento oportuno de continuar. Estaba
vivo, lo sabía, pero sólo ahora lo sentía. Extendió sus alas y echó a volar...
2 comentarios:
Es muy bonito, espero sentirme así ya (:
Sucederá cuando menos te lo esperas... Un abrazo fuerte.
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