Había
una vez alguien que se creía a pies juntillas todo lo que le decían. No podía
sospechar que tras una larga charla de quejas contra los malos, alguien pudiese
irse de cañas con ellos. Falta de coherencia, le apuntaban otros que también
carecían de ella. ¿De qué vale hablar mal o bien de algo si treinta minutos
después nada vale? ¿Para qué sirve envenenar el aire con mentiras y falsedades?
Érase una vez alguien que pensaba que todo lo dicho servía para algo, que las
palabras no se derrochaban y que la vida al final ponía cada cosa en su
lugar...
Elephant gun, de Beirut.
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