¡Qué necesidad!
Lo exclamó tan fuerte que todos los que la rodeaban se giraron hacia ella
extrañados. Su grito desgarrado les paralizó. No sabían que sucedía, pero tras
unos segundos de desconcierto, continuaron con sus vidas. Ella se desplomó, no
físicamente, sino por dentro. Supo que ya no había vuelta atrás y que, dado el
paso de sacarlo afuera, no le quedaba otra que tirar para delante. Ese grado de
conciencia solo se materializó en un par de lágrimas que se le escaparon,
llevaba demasiado tiempo llorando por las noches y casi que no le quedaban más.
Qué necesidad, qué necesidad, se repetía incansable…
Como quien pierde una estrella, de Alejandro Fernández.
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