Nos sentábamos al final de clase. Los profesores siempre nos plantaban la bulla, creían que hablábamos todo el rato, pero no era cierto. Unos mártires del compás. Acabamos allí porque no sabíamos muy bien qué pintábamos con aquel grupo de gente superestupenda. Las primeras filas eran para mayores y jubilados, gente seria. Justo detrás, los periodistas de raza y al final, en el fondo de la clase, nosotros, los parias. Un día Victoria estaba fatal y nos fuimos a tomar algo a la cafetería para que se animase. No le solía pasar. Como no nos gustaba la cafeta de la Facultad, terminamos en los bares frente a Económicas. Llegamos pronto, pero entre tequila y tequila se nos fue la tarde. ¡Cómo se va la vida! Aquel día había poca gente en el Picachu jugando al billar y no ponían fútbol en las pantallas. La música estaba chula y Victoria no llevaba el último de Harry Potter. Cuando nos quisimos dar cuenta, ya habían pasado los diez y era noche cerrada. Pagamos rápido y cuando llegamos a la Facultad, a por el coche, estaban vallados los aparcamientos… ¡Horror! Tuvimos que regresarnos hasta la garita y nos confirmaron que el de seguridad estaba haciendo la ronda y que hasta que llegara no nos podían abrir. ¡Horror horroroso! Mientras, la compañera nos comenzó a explicar que Periodismo era el sueño de cualquier amante de la seguridad, porque era un enclave perfecto para defender. Durante 90 minutos nos explicó que era un edificio prácticamente inexpugnable. También decía cosas de armas y metralletas. 90 minutos con sus 60 segundos cada uno. ¡Horror horroroso y también horrible! La securita lo había dejado con su novio y nos quiso dar su teléfono y a Victoria no le quedó más remedio que pillarle la tarjeta. Todavía no estábamos a salvo. Logró bajarnos todo el subidón de los tequilas boom boom. No se lo perdonamos nunca, aunque Victoria aquella tarde se animó cosa buena. Otro día también la líamos parda, y nos dejamos la tapa de su depósito de gasolina en una estación de servicio de Puerto de la Cruz. Hasta siempre, bonita. El alcohol nos jugaba aquellas pequeñas jugarretas elevando a legendaria cada aventura.
'La madre de Jose', El canto del Loco (2003)
Pd. 'La madre de Jose' se incluye en 'Estados de ánimo', tercer disco de estudio del Canto del Loco, publicado en 2003.
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