Hoy ha sido un día de hospital. Allí llegué a las nueve de la mañana y de allí salí a las ocho de la tarde. Los hospitales me son indiferentes, me parecen como mundos ajenos donde no sé muy bien cómo siempre te tropiezas con gente que tiene mucha más experiencia que tú en esas lides -sabelotodos- y que, por su puesto, ha vivido todo lo que te está por vivir... El caso es que con tanto tiempo sin hacer nada, salvo esperar que pasen los segundos me puse a pensar -¡Oh Dios mío!- en la última orden recibida. ‘Tienes que desandar lo andado’ y no sé si podré hacerlo, si sabré. No sabía que eso se podía hacer, igual que lo de aprender a no querer, a desenamorarte. Nunca se me hubiera ocurrido. Yo pensaba que esos caminos sólo eran de una dirección, aunque, claro, como he demostrado a lo largo de todo este tiempo no soy un experto. Después el teléfono y la vida real. Esa otra, la que está fuera del HUC. Pues eso, que espero que mañana sea otro día.
Pdt. Hoy también ha habido alguna risa. Escasa y relativa a la limpieza de las gafas en general. Mi madre es la leche... No sé si podré ir al 'Échese una cerveza... coño' y es una pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario