Después, cuando ya casi
nada importaba, encendió la luz porque aún no clareaba del todo. Se dispuso a
andar hasta la ventana, que había permanecido toda la noche entreabierta. Se asomó
de refilón y vio, al otro lado, la vida llena de colores. Sus sonidos la
inquietaban, igual que lo hacen los desconocidos a los niños o las golondrinas que
anuncian viento a los naranjos en verano. Fue fuerte y se mantuvo unos segundos
allí, fijándose en todos y cada uno de los detalles de lo que había fuera. Se extrañó
de la vida, de que nada se hubiese detenido, que siguiese allí. Sabía que había
pasado demasiado tiempo mirándose las entrañas, escrutándose los surcos de su
piel. Y ahora el vendaval de la vida estaba, seguía ahí, al otro lado; sólo
tenía que cruzar la puerta y saltar.
'All of me', de John Legend
3 comentarios:
¡A saltar! Lo describes también que te dan ganas de saltar y saltar. Besos.
A veces pensamos que cuando nos vamos o ausentamos el mundo también se detiene pero no, todo sigue su curso, como si fuera inmutable a uno mismo, sin importar nada, como dice el título. Me encantó, una vez más. Saludos :)
Jejeje A saltar se ha dicho, muchas gracias Lola y también a ti, Patricia. Tienes razón, a veces nos descoloca que pese a todo, todo continúe ;)
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