Nadie le había enseñado a
vivir. O al menos eso creía él. Todos los días hacía lo mismo, sin variaciones
ni florituras. Le habían adoctrinado bien y no sabía muy bien para qué. ¿Qué
sentido tenía todo? A veces tenía miedo de salirse del redil, pero aún así seguía
soñando con otras nubes. Era algo que no podía evitar, pero ahí se quedaba. No podía
disfrutar un buen plato en un restaurante diferente o temía comprar pantalones
en otras tiendas. No entendía esos nuevos aires, que antes de la crisis todos le
vendían desde el norte de Europa. Todo eso de la ética, los derechos humanos o
las tiendas de segunda mano le quedaba demasiado lejos. Sólo se tenía él y a él
nunca nadie le había enseñado a vivir.
2 comentarios:
Suele suceder...
(Nota: Te recomiendo que desactives la verificación de caracteres para comentar, por comodidad). Tu blog me parece genial :D
Muchas gracias, Andrés... Tendré en cuenta tu aportación ;)
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