Se levantó aquella mañana escuchando cómo la tormenta se alejaba y con
un regusto extraño en la boca. La noche había sido tan larga como agitada. Aunque
insistentemente había tratado de olvidarlo, aquello de lo que quería desprenderse
fue lo primero que le vino a la cabeza: No siempre el esfuerzo tiene
recompensa. Se había esforzado tanto, que aquel fracaso se le atragantaba en el
estómago. No sabía otro modo de enfrentar sus batallas que con trabajo duro,
pero a veces éste no es suficiente; y esta certeza se le hacía irremediablemente
indigerible. Por esos sus desvelos y también la tormenta. Después de la derrota,
poco queda...
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