Buenas noticias. En la televisión habían acordado sólo contar buenas
noticias. De esas que te ponen contento al escucharlas. Alguien había decidido
que estaba harto de las tristes y quería cambiar las cosas, imaginar un nuevo
orden de las cosas. A los pocos días, las radios siguieron su estela, aunque
todo fuera diferente a como lo contaban. Algún periódico se resistió, pero al
final también cayeron. Nadie quiso contar el lado oscuro de las cosas. Y entre
cosa y cosa, todos nos fuimos durmiendo, pero el letargo no fue eterno. Claro que
había quienes querían sonreír, pero eso no era obstáculo para saber que lo que
se calla también existe. La tele siguió en sus trece y tras ella todos los
demás, pero él sabía que había mugre en las esquinas y demasiado polvo que
limpiar sobre el tapete del transistor. Como él, otros también se fueron al
bosque a talar madera para pasar un invierno que se anunciaba duro y severo. Tanto
como las mentiras que contaban las buenas noticias.
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